sábado, 20 de septiembre de 2008

Michael Furey

“No se hubiera dicho ni siquiera a sí mismo que su rostro ya no era hermoso, pero sabía que ya no era el rostro por el que Michael Furey desafió a la muerte.” James Joyce, Dublineses, 1924.

Ya no veré otra mañana
las huellas del lobo
que ha ululado en la nieve
en la noche mi voz como la suya
apenas roza las puertas

Gretta tu puerta es un templo
vacío como la luz

yo camino canto al aire
con el tiempo de los fugitivos
y atravieso el bosque los campos helados
donde todos los muertos
me acompañan en tu alabanza

Gretta quedará la victoria
de este cuerpo o el amor

la salpicadura magnífica
de lo que se extingue.

6 comentarios:

  1. Qué potencia la de este poema!
    No conocía a M. Furey. Gracias.
    Me encantó.
    Está precioso tu blog: te felicito. Me encantó todo lo que me contaste en el mío. Ojalá tengas hermosas experiencias y coseches buenas amistades aquí y por siempre. Ese es mi deseo.
    Nos seguimos escribiendo.
    Te dejo un abrazo.
    Que tengas un buen fin de semana.
    Ah, feliz primavera!

    ResponderEliminar
  2. ¿Por qué la decadencia llega a ser tan seductora?
    No tanto la noche, sino el instante previo, el momento en que toda luz se extingue, como esa salpicadura.
    De pronto me invade, como antes, el deseo de alguna vez escuchar las palabras de un agonizante.

    Saludos desde la hoguera

    ResponderEliminar
  3. Y ahora veo que no salió nada. Decía que la salpicadura evita el olvido de lo que se extingue...
    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Me quedó la duda con qué nombre comenté recién, porque comparto mi máquina.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  5. Oiga, la he leído. ¿De dónde salió usted? ¿Se entera de que es una reverenda capa? Usted da miedo, un poco de bronca y ganas. Voy a escribirle cartas.

    ResponderEliminar