jueves, 26 de noviembre de 2009

Piel




Está la piel
las maniobras imprudentes de la piel
la piel vómito de flor
que contabilizan oficinistas
con sus inventarios de pieles en conserva
pero también la piel vampiro que revive en las noches
que hambrienta trinca a los paseantes
no sabe de lástima

está la piel que suda
estalactitas de moral

hay la idolatría de la piel
de su materialidad superpuesta
y palafreneros que la cepillan
estetas abnegados

sus ojos son hexagonales
de moscardón

uno muerto
dos
tres
otro
encuentra una rendija
se me escapa

pero los obreros de la piel
yo me humillo ante ellos
porque aspiran a diluvios
de otras pieles fraternales
amadas
justas
de magníficos adentros

está la piel tuétano cocido entreguerras

la piel dorso de sí
piel golondrina que sabe su camino y va
piel irisada
como espejo de mago

jueves, 19 de noviembre de 2009

Babas tóxicas




También agua
el miedo – ¿dónde estarás mañana? –
árboles y veredas
celestes

astrología y otras esperanzas
que se revisan

queriendo ahuyentar la muerte
lo he tolerado

digo

¿somos las voces que quedaron a medio tender

como la cama en la que al final

nunca dormimos?

¡Ah! ¡Cómo me reí!

En especial el día en que desperté de tu lado
y encontré un círculo de baba
glorioso como un sol
no era de mí

pero toda la noche
conservó su humedad

y yo lo dejé ser y tomé ropas limpias y me fui al baño tibio
despejando mi cuerpo de preguntas y tóxicos

entre otras abluciones
soplé burbujas
como cuando niña

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cortezas


Es cuestión preguntar qué hay
para no saberlo
para imaginar al contenido de cada tacita o arteria
en peligro de extinción
pero qué hay es una buena pregunta
es una señal que apela
a que otra señal aparezca

lo mismo da un beso entre desconocidos que el filo del sable

creo que existo
y eso es todo

esta tarde he estado muy sola
entre una tripulación de ciudadanos

la complicidad de su conformismo
me consumía
lentamente

se ha pasado el día

cuando no hubo ya nadie en la calle

caminé
toqué paredes de azulejos
y otras de cal

mamparas que entibian como costas

oh! el sentir de la mano sobre todo el artificio
cada corteza del mundo!

acaricié un espejo
el reflejo de mi propia imagen
resultaba especialmente claro

curioso

y quise entrar en mí

apoyé mi cuerpo contra el vidrio haciendo presión
tal vez por horas

después seguí
(porque se sigue siempre)

repitiéndome pensamientos que no quisiera olvidar
pensamientos que se incrustan
como esas sustancias que intoxican
por largo tiempo

martes, 10 de noviembre de 2009

La pared de lo común




Cuando ya no te codicio
hermoso como el sonido te acercás
siempre y nunca lo suficiente

ahora que en las líneas de mis manos
la mentira crepitante
exprime el zumo de la desnudez

mi cuerpo está
abierto
para / por / según
vos

mi cuerpo una lamparita
de larga vida
y bajo consumo

atenta y
fructífera

- aunque la indolencia del amor
nos equivoca -

martes, 6 de octubre de 2009

transmigración:


“Yo me acordaré de ti, e iré a verte al cementerio
con una flor y un perro.

Y en tu funeral cantaré en voz baja:
¡Qué bonito es un entierro!”
Fando y Lis, Jodorowsky.


Escribo porque separarse del Verbo es dejar avanzar al Silencio. Porque el fin está acá, en este Silencio de pretensiones como no se hubo erigido otro nunca. Y van a oír. Escribo porque quiero dar testimonio, porque quiero esta vez ir más allá de lo prometido, de la camisa blanca de la locura y del aullido de los cormoranes. Y si respeto, aun sobre estas palabras, sin arrepentirme, el Silencio, el maldito tiempo que no pasa nunca, no es porque no me importe, no es porque haya olvidado. Sólo es porque me desmorono, y aunque acabe sucediendo, me resisto por principio. Sí, es cierto. Hay ocasiones en que es necesario romper con todo para entender un significado.
Estoy a punto de morderme la mano (dicen que con el dolor la atención se concentra en un solo sitio, y por un instante nada más importa), pero suena el teléfono. Alguien del otro lado continúa diciéndome que lo tengo todo. No. Los pongo a todos en fila, contra un paredón, a ésos que dicen que lo tengo Todo. Pero en la realidad son ellos quienes me fusilan. Sí, esa lista creciente de jueces que sopesan mi dolor para darme sus planes de rehabilitación, sus palabras de aliento, su aliento a vómito de perro, sus ansias de triunfo porque... Suponen que se pueda triunfar.
Pocos entienden el dolor. Pocos entienden que todo sea exceso y vértigo, un saltar a la cuerda en el borde de los barrancos. De nada vale nombrarles el bullir de la sangre, cómo el cuerpo toma fiebre de las entrañas hacia afuera, cómo aunque me empeñe en fingir, el torrente se filtra y la corriente de vacío se derrama por los ojos, diseminando noche y desconcierto. Cuando digo estas cosas me miran con esa expresión de cartílago hervido, tan característica, como si una empatía de molusco improvisado pudiera hacerles comprender todo.
Así los días. Desde que el Silencio avanza, tan sólo hay valles de barro, cubiertos de pasto traicionero. Mentiras y huecos en los que sólo mi cara se expone al sol inmóvil, al brillo siniestro de los intercambios cotidianos. La gente hace como si nada. Vive como si nada, se espeja como si nada, mea como si nada, saluda como si nada.
Yo sigo intentando limpiar el campo de enemigos, aunque al final me de cuenta de que son ellos los que me entierran a mí.
De un modo en nada natural creo que probablemente hayamos inventado las pinzas más poderosas para arrancarnos el uno del otro, para mutilarnos como presas de carne y masticar a la misma mascota que día a día alimentábamos. La potencia destructora de ese empeño me corta la respiración, y sin respiración hay silencio, y el Silencio es el absoluto de la certeza. Puede irse hacia atrás, recorrer las etiquetas de cada una de las cajas donde se depositan las constancias de una vida, sí, puede hasta encontrarse el coraje de abrir alguna y recorrer con los dedos esos pedazos del ser que uno fue, que otro vio, que algunos supieron, pero nada hay que haga volver a las personas que entraron en el Silencio, porque nada hay sino convencimiento en el Silencio. Nada tiene ello que ver con la muerte. La muerte es transformación, mientras que el Silencio, es condena perpetua. El calabozo.
En esa época, cuando soñaba durante el día, en un sueño continuo y que era aún más vívido por estar despierta, era el Silencio el que iba entrando en mí, recubriéndome en un avance continuo e imperceptible, como el reproducirse del musgo sobre la piedra.
Llegué al punto en que al caminar por las calles, al entrar en las aulas, en los bares, en el subterráneo y hasta en las habitaciones llenas de parafina amorosa, ya no era capaz de ver ni de sentir más que a través de ese Silencio. Nadie había más que maniquíes. Gente muerta. Gente de telgopor que hacía y andaba y se reproducía. Perfiles de revista y alfileres.
Yo continuamente también andaba y hacía, a pesar de mi voluntad. Algunas veces me imaginaba como a un gran reloj al que alguien hubiera dado cuerda, un reloj con un eje cilíndrico de dimensiones estrafalarias, que me vería morir sin detenerse. El insomnio del mundo pesaba sobre mí, y la sensación era tan real que me hubiera gustado poder decir que se trataba sólo de una metáfora. Como dije antes, para no pensar, escribía. Para no soñar, escribía. Buscar palabras era para mí como apuñalar una a una a las imágenes que aparecían en mi mente apenas bajaba la guardia. Avanzaba contra el Silencio, copulando con el ardor de la vida y de la muerte reunidas sobre una pila de escritos. Los escritos eran sentencias y todos llevan palabras como “considerando”, “visto” y “demostrado que”...
El reloj funcionaba. Yo esperaba aquel instante en que todo se paralizara, en que el Silencio ganara por fin la partida o se rindiera por completo. Esperaba cualquier cosa, me daba lo mismo el resultado, porque esperaba que la espera misma se detuviera, que mañana fuera hoy, y que hoy fuera en todo, una Otra cosa. Una Cualquier Cosa, porque cualquier cosa era siempre mejor que esa fusión de espera y Silencio y desinfección.

sábado, 26 de septiembre de 2009


En una tarde de agosto
en una tarde como pocas
mecánica y fría del sudor de los perros

mi aliento condensado en cada exhalación
nube diminuta de mí desapareciendo

se sabe donde buscar
los amigos aparecen en el resto de vino de botella olvidada
en las monedas al fondo del bolsillo descosido los amigos

esos paliativos de esperanza de coco
prestos a caer frente al sediento

En una tarde
en una tarde como pocas
cuando recordaba nuestro adiós con la aspereza de las escamas que se tocan
a contrapelo
los amigos y ese presente injerto de carcajada
de camino andado bajo el brazo
nube interminable
unida a mi cada respiración hecha vapor
por fin ternura que no conoce
fin.

martes, 15 de septiembre de 2009

Llamado a la carnicería



Amo a las personas felices. Y como todo amor verdadero, en su médula se encuentra la más pura y espiritual envidia. Tengo tantos amigos y amigas que parecen felices, que me causa vértigo su recuento. Aparecen en la pantalla publicando sus fotos de familia sonriente, azucarada, con las mejillas que les brillan de sebo y de asados dominicales que se acompañan de jugo y coca cola. Amo a las personas felices que dicen no ser tan felices y para demostrarlo se quejan de que tienen problemas, de que no les escucha su pareja como debería, de que necesitan cambiar de trabajo, de que sus hijitos tienen cinco años y todavía se mean por la noche. Amo a las personas felices y a sus problemitas de hoja de otoño, que caen para renacer cada septiembre. Sí, definitivamente amo a esas personitas que tienen no sólo tiempo sino voluntad para ocuparse sobre qué curso les conviene tomar a partir de marzo, a las que les interesa cocinar mejor, relajarse más, beber agua hasta el espasmo estomacal y comerse a rajatabla lo último que la propaganda designa como saludable. Amo y envidio a esas personas.
Las amo tanto, que las mataría limpiamente, a cañón de automática con silenciador, tan sólo porque me dejaran un maldito lugar en el podio que ocupan con injuriante naturalidad. Sí, las aniquilaría con tal de que me permitieran apostarme en el maldito rinconcito en el que te dan marido y sonrisas, cansancio a las once de la noche, sábanas limpias y un par de revolcones por semana. Revolcones asegurados, eso es. Compañía asegurada, eso es. Auto en cuotas ¡eso es! Domingos en el club ¡eso es! Actos escolares de mamá y papá ¡eso, eso es lo que es!
¡Ah! Pero no hay que gritarles a los pájaros como si fueran extranjeros. Son de aquí, de esta tierra, de esta ramificación obsecuente de arterias y venas y delicados hilitos de circulación por los que late cada una de las células, cada una de las aspiraciones de mugrosa felicidad burguesa.
¿Cómo ir hacia el rojo absoluto? El rojo absoluto, y no sólo el de la sangre, sino el del deseo y la moral. Lo dicho me recuerda a Tristán Tzara. Es cierto, la vida es un alce malva sobre un campo de atunes. Queda enterarse, nada más.

sábado, 20 de junio de 2009

Pequeño sábado donde pudiera ocultarme


Pasado el atardecer
con la humedad descendiendo en ahogo conocido
subir y bajar las escaleras del subterráneo
como quien anda entre hileras de cañaveral
sano ejercicio
andar
sano ejercicio
la insensibilidad
dos niñitos me sonrieron
el vagón era un gran útero y allí nadábamos en instantes de ínfimos deseos
cerrar los ojos
descubrir algún zapato interesante
olvidar
olvidarlo todo
como que la vida sigue
y que se sabe cómo seguirá

domingo, 7 de junio de 2009

Poema a la unidad múltiple de la verdad





Llueve dócilmente cuando me aproximo
(Doy fe: la noche se ensancha como una afirmación)

Y esta noche de blablabeo sabe a ventana y a sótano
a adioses y a otras cosas tersas e irremediables

se deslizan gotitas

esas pequeñas lentejuelas de la noche vienen a calzarme un guante mojado de porqués

yo camino sabiendo que andar sin destino puede ser incómodo
pero ya nadie se atiene a lo fácil

hay demasiados locos
demasiados poetas
demasiados sonámbulos transfigurados

las cosas muestran su reverso

(¡y cómo!)

ahora lo difícil es vivir fácilmente
despojados de preguntas que se fabrican y fabrican
que nos hunden y nos funden
preguntas hidras policéfalas
en serie en venta y en oferta ah! las cosas!

ah! las cosas...

todo lo expuesto es un abismo
que doblo en tres movimientos

uno: tuerzo la llave hacia el lado incorrecto
dos: busco con qué saldar la infracción
tres: ante la insolvencia
me endeudo hasta los tobillos
y marcho a gatas
hacia un empezar que no existe

lunes, 13 de abril de 2009


Te vas, montaña mía
y como de un arco iris me queda apenas tu azul
perfilado en contorno de pluma

Montaña
grupa y
dentadura de mi cielo
te vas cuando me voy
y me voy hacia el atrás de la infancia
mi pobre y tonto premio sin consuelo
canario que salta de un palito a otro en su jaula

Te amo porque amo las roturas
y así me rompo en un aire que más que llano es doliente
y beso tu pelo hecho de piedras
semejante al peso de la ternura

viernes, 9 de enero de 2009

Hoy puede no terminar nunca




Y sabré distraerme del mundo que sucede
bucólico y errante
en el semillero de tu voz

en tu mirada que me codicia
como a un ave que se acerca
siempre y nunca lo suficiente

decirte en silencio
a diario
un poema que sepa morir
de paciencia y temblor
un poema casto como una caverna
que se guarda a sí misma
para que descanses

distraerme de tanta pena y templanza
del eco turbio de mi brevedad

en las líneas de tus manos
que recorro y pueblo de palabras

como un pez plateado
hacia la muerte distraerme
desterrarme
en tu luz que flamea como una manta
que expande cada instante en rías de espuma


Oírte
como a un manojo de fuegos
como a una mentira crepitante
que se comba sobre almohadones de libertad borracha
y enturbia la atmósfera de labios
y exprime el zumo de mi desnudez

Tocarte
como a la mampara en que rebota mi ausencia
el cuerpo abierto
herido de luz sobre tu sombra.