domingo, 9 de diciembre de 2012

Los pájaros no cantan



Los pájaros no cantan
al amanecer
los pájaros disparan
su munición de trinos
contra la transparencia
de mi insomnio

Este insomnio
es falsamente incoloro
falsamente sonriente
falsamente trampa
de los roedores del pasado
que trituran
el verdor del olvido
que germina único
en la huerta arenosa
de mis redenciones

En el trino
que dispara el pájaro
sólo hay presente: ningún error
ninguna culpa

Contra la garganta ciega y lechosa
de su cantar
desfilan mis sueños en huelga y nudos
de debilidad inoxidable.

domingo, 23 de septiembre de 2012



Simplemente van se dejan ir se sueltan
se hunden en el resumidero
se hunden sin hacer burbujas
se hunden y desaparecen
sin cumplir siquiera
el protocolo de quejarse
Pero antes de terminar de hundirse
algunos todavía flotan
sobre las cabezas del resto
y mientras flotan boquean
y mientras boquean
para no boquear por boquear
preguntan
su pregunta última:
“¿acaso no son más inútiles
los que sólo saben
echar a las cloacas
lo que es inútil?”
¡No! Responde el domador
mientras le ajusta un poco más el bozal
a una de sus bestias
¡No! Se apuran a redactar los escribanos
en una gran cláusula de cláusulas
¡No! Responden al unísono
supermercados, inversionistas y terratenientes
¡No! Responde todavía más alto
el orgullo del gerente
cuando el gerente de los gerentes
le elogia su erección de ventas
su erección ejemplo monumental
frente al aplauso enardecido
de toda la feligresía gerente
y la sonrisa mórbida
del capital
y la sonrisa mecánica
de los vendedores
que aplauden también
y con más ahínco
para disimular
su cansancio
el gran cansancio
de machacarse la dignidad
mientras depositan su cuota mensual de ventas
en el paredón del desempleo
y en secreto aguardan la quemazón
de la pólvora
alegre que los deje ir
simplemente ir, para dejarse ir, hundirse
hundirse sin hacer burbujas
hundirse sin preguntar
hundirse y desaparecer
sin dejar de cantar
sin dejar de reír
sin dejar más
que el eco de los que se van
se saben ir
el eco
de la libertad
que se oye apenas
el eco
de lo inútil
que apenas suena
a libertad.

sábado, 28 de abril de 2012



Ojalá no tuviera a nadie a quién rendirle cuentas
de la luz mutilada que se anima en mí
ahora cuando amanece

ojalá fuera verdad la ilusión de no tener nada –ni mínimas imaginadas razones-
que pidan la presencia de otras razones

yo misma manufacturo mis culpas
camisas de fuerza de cuántas costuras que ya no se cuentan
frente a mi despropósito de ser cosa entre las cosas

mi culpa tiene el color del libre albedrío
y en esta mañana se ríe con la desgana de una hiena enjaulada
mientras aguarda frente al comedero
su menú fijo de elecciones

es lamentable, señores...
astillé los puentecitos de juguete que había entre el vacío y mis excusas,
la integridad

rota como el orden de las cosas

¿existe una Sala de Espera
para el estallar de un grito sin causa ni propósito? ¿Un Sistema de Atención
que cure el miedo imperecedero, las ganas de amputárselo del cuerpo?

a contrafondo, es el amor bellísimo el que amenaza
con la exigencia de lo infinito

quisiera la pupila pequeña y dilatada de un punto
que suspenda la necesidad de estar a la altura
de este deseo, su magnitud inobjetable

a intermitencias
el balido de las bocinas
tranquilizan al silencio
de la madrugada inmensa

donde estoy
sólo ese otro que soy de mí
ha demostrado
que quiere burlarse

y puede.

domingo, 15 de enero de 2012


Te veo arrullándome hacia una cerca con púas
la hierba detrás, en pequeñas agujas que deletrean el insomnio del que me han salvado
no las comprendo no
íntimamente.
Después, entre la tierra y los pájaros ocurren cosas que parecen de importancia: los pájaros
no vienen a comer del comedero cuando yo
me quedo en tu casa.
Vos me contás y te creo;
ahora sé que los pájaros se ausentan en mi presencia.
Es cierto que es tarde, me despertás
porque dormí mucho más de lo debido.
No sé qué hacer con mi sueño ni
con los pájaros, quisiera que sepan que no intento
hacerles daño
que el corazón que quiero sentir latir no es el de ellos sino el mío
que no los quiero estrujar
ni sentir su palpitar entrecortado en mi mano
porque lo que debo
aunque me asuste
es sentir
de una vez
el mío.
Es cierto que me llaman esas ganas de tocar y palpar y presionar lo que vive pero
en lo más vivo de lo vivo, está el gran miedo
de matar
de que el sueño despierte incontrolable en eso soñado y casi
poseído en el instante en que la libertad
única
es morir
en la palma del que toca
para poseer lo que toca.
La culpa quizá
es la premonición de la consecuencia
de eso que haríamos con el corazón de un pájaro.
Vos me decís que soy
hermosa
y mientras abrís el alambrado
para que no me rasguñen las púas
de ese campito que alguien compró
como suyo.
Y yo en silencio me agacho y paso entre el alambre puesto ahí
para rasgar cosas vivas casi a modo
de protocolo.
Caminamos.
La sierra no tiene un nombre que me importe
pero nada amedrenta
su incendio mudo
y amablemente cruel diríase
para conmigo que trato de no notar esa voluntad de ser de la hierba
y de las cercas y de todas las demás
fronteras vivas.
Hace calor pero a tus espaldas sin que me mires me dejo
quemar
como un pájaro que no sabe
a qué distancia se desconfía.