jueves, 20 de mayo de 2010

Cette histoire


La historia. Una historia. Esta historia. Nuestra. Que fue una línea turquesa en la piedra blanca. Que fue un receptáculo y, a la vez, una catapulta que nos lanzó a romper vidrios, magullar cal, aspirar charcos. Yo lo agradezco, una vez más rugen en mi voz unas gracias que no son de adiós (nunca, nunca) sino de estancia, de abrigo al aliento del animal vivo.
Comencemos por la mugrecita que alivia todo y tanto, mi niño moscardón de lengua larga, para contarlo con justicia. Nos gustaba mentirnos. Mentirnos era ese porqué más existencial, más sustancial, más cabal, más esponjosamente verdadero que cualquier otra cosa que hubiéramos de verdad hecho o sentido. Porque cuando andábamos por las calles mohosas de Villa Crespo, vituperando contra el estiércol de perros que había que sortear, sabíamos que estábamos condenados a mentirnos, y era sólo para eso que nos encontrábamos. Para purgarnos en alcohol y mentiras surrealistas, casi como regurgitar alpiste para un público abiertamente carnívoro. ¿Qué podía ocurrirnos, al fin y al cabo? Estábamos en un no país, en un no hoy, en autores y canciones de otro tiempo, en cualquier aviso de curas metafísicas, en cursos de danza butoh, a la caza de profetas, entre los movimientos y por sobre los motivos de todo manifiesto esperanzado. Íbamos por las calles creyéndonos no solos, no especiales, no espaciales, no espectadores. Vivíamos. Recuerdo particularmente esas caminatas en las que nos sentíamos libres, flaneurs afectados, cómicos. Felices de cada hipótesis que adivinábamos o inventábamos, paseantes indecentes, indecorosos, indocumentados, crédulos. Era el tiempo en que nos creíamos y mentíamos, era el mundo exquisito cadáver, eran las páginas y el tiempo, era la historia, una historia, esta historia, nuestra.

2 comentarios:

  1. Aquello que es historia y cuya narración es refugio, carne viva, cielo sobre la memoria, es vida, qué si no.
    Sobre la mentira de los enamorados crece el mundo que no existe, el mundo a medida del sueño de la emoción, el mundo que quisiéramos habitar y del que buscamos sus pistas incesantemente en un juego delicioso para luego emborracharnos cuando dejamos de verlas o entreverlas o soñarlas.
    Recorrer las calles de ese mundo habrá sido, es, será sin duda, una historia auténtica, con sus luces, sus sombras, sus batallas, sus remansos y sobre un todo, un privilegio vital. Envidiablemente vital.

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  2. Bonita historia. La locura, que hizo su aparición por sorpresa y se esfumó, sin decir nada, sin apenas cerrar la puerta...cualquier tiempo pasado fue mejor, o al menos diferente, eso dicen.

    Inconmensurable texto.

    Saludos desde Cáceres.

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